"Las cerezas sabían mejor después de la temporada, cuando ella las sacaba de su congelador mágico y me las ofrecía entre sus dedos blancos y fríos".

Nadie

Está sentada en las escaleras del aparcamiento exterior del centro comercial. Tiene el pelo corto, castaño, pero algo me dice que a la luz del sol podría pasar por rubio. El flequillo, casi más largo que el resto, le cubre parte del rostro, casi la mitad derecha por completo. Y está así, sentada en el suelo de piedra, de costado, la espalda apoyada en el muro y las piernas flexionadas, una encima de la otra, plegadas como si pretendiese hacerse una bola, encoger, o algo así. No se mueve, ni siquiera estoy seguro de que respire. No ha cambiado de postura en todo este tiempo, a pesar de lo incómoda que parece. No ha levantado la vista del suelo, lo que me incita a presuponer que no está esperando a nadie. Ya me dirán, tiene el mar y la montaña a apenas unos metros y sin embargo clava la mirada intensa de su ojo gris en un punto de asfalto, algo que, además, me dificulta la observación. No podría definir sus rasgos porque tampoco he querido acercarme y molestarla, pero sé que no parece querer moverse de ahí nunca.

Lleva dos días, dos días enteros ahí sentada. Dos días sin comer, beber, sin ni siquiera mover un músculo. Ajena a las noches de un febrero invernal. No es que no le importe, es que sencillamente parece no sentirlo.

Increíble, ¿eh? Tengo un transmisor portátil y… sé que no debería, pero la he observado desde casa. Las cámaras del aparcamiento están bien distribuidas, y puedo asegurar que parece una estatua.

Nadie se ha acercado a ella, la gente prefiere las escaleras mecánicas, y el muro en el que se apoya es más alto que ella. Además, la gente que viene aquí no se para a mirar a los demás. Viene, consume, se va. Para eso mismo son los sitios así. Pero yo… No sabría decir por qué, tal vez sea que mi trabajo suele ser monótono y aburrido, y que, como novedad, me atraiga más. El caso es que, a cada segundo que la miro, aumenta mi interés. No ha cambiado nada, y el pelo sigue cubriéndole el rostro. Seguramente no pasará de los quince, y es extremadamente delgada, pero aún así, cada vez me parece más hermosa. Pero no, no. Eso no tiene nada que ver. Me fijo en ella solo porque… La verdad, no lo sé.

Sólo mírala. ¿No tienes la necesidad de mirarla, de saber?

- Ernesto… Ernesto, ahí no hay nadie.

3 comentarios:

  1. Supongo que es el reflejo de lo que quiere ver. La chica de sus sueños, tal vez?
    O que la gente no tiene el suficiente tiempo como para imaginar a nadie*, la vida va muy rápida...y más en los aparcamientos de un centro comercial...

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  2. De repente ella levanta la mirada y se ven. Un segundo de infarto de miocardio. Y después, nada.



    miaudepelocorto

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  3. hay que acercarse a los espejismos. tocarlos con los dedos aunque no sean nada.

    es lo más divertido.

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