"Las cerezas sabían mejor después de la temporada, cuando ella las sacaba de su congelador mágico y me las ofrecía entre sus dedos blancos y fríos".

El turno de la Lluvia

Anoche vino la Lluvia a avisar de que hoy saldría ella a jugar, que ya era hora. Que le tocaba. Sivé estaba durmiendo y Vanilla le abrió la puerta. Tomaron té sentados en el suelo y hablaron de tonterías. Pero claro, la Lluvia venía a lo que venía y no se dejó engañar por las sonrisas de V. Antes de irse, le dio un beso y le dejó toda la cara mojada, pero se lo repitió: hoy las calles serían suyas. V sabe que a Sivé no le va a hacer mucha gracia, pero también sabe que no es justo que ellos se pasen los días jugando y la Lluvia no pueda salir ni un ratito. Así que prepara un vaso de leche bien grande y se lo lleva a la cama. Sivé se ha despertado, porque la Lluvia está haciendo mucho ruido.

- Vino ayer a decírtelo, para que no te enfadaras. Estabas dormida.

Sivé sigue mirando a la ventana, siguiendo las gotas con los labios apretados. Le fastidia. Entonces ve la leche. Se encoge de hombros y se resigna:

- No pasa nada. Podemos jugar aquí.

Preguntas

Las preguntas de Sivé salen de su estómago. ¿Las vomita? No. Pero casi.

- ¿Dónde? ¿Cuándo?

- ¿Dónde y cuándo qué?

- Da igual, V. Da igual. Déjalo.

Vanilla no pide explicaciones, porque las preguntas de Sivé salen de su estómago, y a esas preguntas no puedes exigirles una razón de ser. Simplemente son. Como el vómito. O como el amor.

De viaje


- Vámonos de viaje, V.

Él está dibujando en la arena. Utiliza polvos de colores para pintarlo. Levanta la barbilla y las cejas, aún agachado. Su dibujo es un tren.

-¿Dónde te gustaría ir?

Sonrisa de Sivé, amplia, brillante, reveladora. Vanilla saca la ceniza para realzar las sombras. Acaba el tren y da un par de pasos atrás. Calcula algo, y luego esparce todo el saco a unos dos metros. Vaya escampada, piensa Sivé, pero no dice nada, porque V tiene cara de concentrado, así que le deja hacer. Dos minutos después, Sivé se asoma por encima de su hombro y lo ve: las vías del tren llevan un lugar oscuro, lleno de esferas de colores y puntitos luminosos. Vanilla la mira otra vez, y la sonrisa de Sivé se le sale de la cara de tan grande.

- Próxima parada, el universo.