"Las cerezas sabían mejor después de la temporada, cuando ella las sacaba de su congelador mágico y me las ofrecía entre sus dedos blancos y fríos".

V y el hombre que recoge abuelillos


- Ven, quiero enseñarte algo –le dice Sivé, y le tiende una mano que no llegará a darle.

Han salido corriendo y no le ha explicado hacia dónde. Hasta ahora no se habían encontrado con nadie. Vanilla quiere preguntar pero no lo hace porque ella se pone el dedo en la boca y le indica que hay que hablar poco y bajito. Luego, con el mismo dedo, señala al fondo de la calle: hay un señor con capucha y un saco de tela áspera, como de patatas. Jamás habría pensado que algo tan dulce pudiera guardarse en un sitio como ese. Lo arrastra, parece que pesa mucho. El señor refunfuña por lo bajo. Parece el hombre del saco que a veces sale en los cuentos. Sivé le explica:

- Como él se encarga de recogerlos todos y volverlos a soltar, no puede soplarlos ni pedir deseos. Por eso tiene esa mala cara.

- ¿No le gusta su trabajo?

- Es que es como si tú fueras heladero y no pudieras comer helado –argumenta ella encogiéndose de hombros.

- Oh. Qué mal.

Vanilla no sabe qué decir, está confuso. Imagina que Sivé quería darle una bonita sorpresa, pero ha conseguido que sienta lástima por el repartidor de sueños y que se pierda toda la magia de verlos volar por Ciudad Vacía. La pequeña Sivé, que no es muy observadora pero le conoce bien, se da cuenta y le dice:

- Anda, no estés triste. Vamos a tomar un helado.

V asiente y piensa que al menos los helados no se los podrán quitar nunca.

3 comentarios:

  1. Hola Carmen,

    Tu historia me ha recordado al cartero de nuestro barrio. Está más quemado que la pipa de un indio. Y es que repartir todos los días cartas debe de ser muy cansino.
    Yo suelo preguntarle qué tal le va. Por algo me sube el correo siempre a casa.

    Un abrazo,

    Jose

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  2. jo, y a mí que no me gusta el helado...


    pd: revuélvele el
    pelo a Vanilla de mi parte.


    (un batido de plátano)

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  3. Hola Carmen,

    Espero verte el viernes a las cinco y media en la biblioteca. Por lo menos, para que nos abuchees.

    Un abrazo,

    Jose

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