"Las cerezas sabían mejor después de la temporada, cuando ella las sacaba de su congelador mágico y me las ofrecía entre sus dedos blancos y fríos".

Fuego


- ¿Sigues ahí?

La señal del teléfono se corta, y Mariela se asusta, siente pánico. Ahora se encuentra sola, completamente sola. ¿Por qué siempre tiene que estropearlo todo?, se pregunta una y otra vez, sentada encima de la mesa de la cocina.

El café se sale del recipiente, cae sobre el fogón y lo apaga, y huele a quemado, pero no hace nada por evitarlo. Las lágrimas caen, hirvientes como el café, y apagan la esperanza.

Mariela vuelve a encender el fuego, pero no pone nada a calentar. Lo prende y lo observa, únicamente. El miedo gana la batalla al escaso calor de las llamas, otra vez. Es entonces cuando lo sabe. Lo único que necesita es más fuego, que se convierta en un ejército poderoso y acabe por ganar la guerra. Eso es. Enciende también los otros tres fogones, y se detiene a contemplarlos. Pero no es suficiente, han de ser más llamas las que la defiendan del miedo.

El fuego se extiende deprisa. Primero por la tela, las cortinas, el mantel… No tarda en saltar a los muebles e inundar la estancia, y poco después, la casa entera.

Imposible, piensa ella, no puede ser. No solo no es suficiente, sino que el miedo se ha hecho con el mando de sus tropas. Con dificultad, cierra puertas y ventanas para impedir que entre, y se rodea de rojo y dorado, de los colores del fénix salvador. Cierra los ojos y se siente un poco más segura.

En la cocina, el teléfono suena arrepentido, pero nadie va a responder. Aun así, insistirá hasta que el cable no pueda soportar el fuego vencedor.

Matemática pura

- ¿Cómo está él?

- Ah, muy bonito. Preguntas por él, claro. Por mí no te preocupes.

- Es que a tí ya te conozco. Sólo necesito elevar su sentimiento al cuadrado para obtener el tuyo.

- En la vida no todo son matemáticas, Paolo.

- No todo. Pero ésto sí.




Mira desde abajo y le fascina.

Pero acto seguido, se convence de que sería mucho más fascinante mirar desde arriba, dejando el vértigo en el suelo y las ganas esperando, sólo un segundo, en el balcón más alto.

Invertir la escena, eso es.

Preludio del verano



"El principio de un concierto goza de más privilegios que el principio de un libro. Podría decirse que el mismo sonido goza de más privilegios que las palabras. En un libro aparecen las mismas palabras que usamos todos los días para explicar, describir, pedir, discutir, suplicar, entusiasmar, decir la verdad o mentir. Nuestros pensamientos se plasman en palabras; por tanto, las palabras en la página deben competir con las que tenemos en nuestro pensamiento. La música dispone de un mundo de asociaciones mucho más amplio precisamente en virtud de su naturaleza ambivalente; está dentro y fuera del mundo al mismo tiempo.

En el mundo de hoy, la música tiene una omnipresencia cacofónica en restaurantes, aeropuertos y lugares parecidos, pero es precisamente esta omnipresencia lo que representa el mayor obstáculo para la integración de la música en nuestra sociedad. Ninguna escuela eliminaría de sus programas el estudio de la lengua, las matemáticas o la historia y, sin embargo, el estudio de la música, que engloba tantos aspectos de estos campos e incluso puede contribuir a una mejor comprensión de ellos, a menudo es ignorado del todo".




Daniel Barenboim, "El sonido es vida".







Y así de filosófico y real, de moral y musical, comienza mi verano. Con las palabras de un maestro. De EL MAESTRO. Porque Barenboim no es únicamente maestro en términos musicales. Si el mundo entero escuchara lo que tiene que decir habría, sin duda, más personas que gente. Lamentablemente no es así.


Entre mis manos, un ejemplar de El sonido es vida, dispuesto a ser leído, analizado y comprendido. Lleva desde noviembre esperando en mi estantería, mirándome con cara (o lomo) de pena. Pero entendió: hay que tomarlo con calma para adentrarse entre sus hojas y bucear en su interior. Por eso ha aguardado paciente hasta este momento. Y ahora, me sonríe, satisfecho de que le haya guardado mis mañanas veraniegas.


"La paz necesita muchas otras cosas, además de una orquesta. Una orquesta también, pero muchas otras cosas".

Un aplauso, unas alas, y un verano (o mejor una vida) por mi parte, para Barenboim.




Feliz y tardío comienzo del verano.



Devuélveme al calor


Abrázame.

Hace frío, me muero de frío y de soledad. Me ahoga el silencio negro que flota en el aire, que lo hace espeso e irrespirable. ¿Dónde estoy? Tal vez en el desierto de mi mente, en mí mismo me encuentro. Mas no lo reconozco, no puedo recordar nada entre tantas cosas. Esta no es mi vida, ¿es acaso la tuya? Quiero salir, necesito salir de aquí. La oscuridad me da miedo, y lágrimas heladas me cuartean la piel. Tengo que salir… Busco la puerta, eso es. Si estoy dentro, de algún modo habré llegado hasta aquí…


Nada. Oscuridad y frío, eso es todo. Y recuerdos falsos que no me corresponden. Ni siquiera hay paredes en las que apoyarme. Búscame, dame la mano y sácame de aquí, devuélveme a casa, al calor de un edredón compartido. Abrázame y susurra que sólo fue una pesadilla.

No puedo ver, tampoco oigo. Soy sordo y ciego. Intento gritar, pero alguien me ha robado la voz. Quiero secarme las lágrimas y no las siento en mis manos. Si al menos pudiese reconocer tu perfume en este ambiente denso y pesado… Pero no, no estás, o al menos no te encuentro. Me dejo caer. Mamá decía que cuando un niño se pierde, debe quedarse quieto, y alguien volverá a por él. No me muevo ni un ápice, contengo la respiración dificultosamente. Pero no funciona, nadie vuelve. ¿Dónde estoy, dónde estás? Tengo que salir, tienes que sacarme de aquí…

Debo seguir intentándolo, pero estoy tan cansado…La oscuridad me arropa con su abrazo de hielo y yo me dejo acunar, rendido ante tu ausencia.