"Las cerezas sabían mejor después de la temporada, cuando ella las sacaba de su congelador mágico y me las ofrecía entre sus dedos blancos y fríos".

El pasillo de las cartas

Esta tarde, Vanilla curiosea entre las estanterías. Como hace tanto frío no se ha atrevido a dar el paseo de las tardes de domingo. Además, a Sivé se le ha perdido el gorro de lana y seguro que si salen luego le van a doler las orejas. Ella come caramelos de limón y hace figuritas con los envoltorios.

V se ha tropezado un par de veces, y ha estado a punto de derrumbar uno de los estantes favoritos de Sivé, pero sigue investigando.

Hasta que encuentra un papel.

Hacía mucho que no veía uno de esos, así, tan cuadrado, con esa forma de... Eh. ¿Eso no será un sobre? ¿Un sobre como los de las cartas? ¡Sí! Se agacha a recogerlo y se da cuenta de que se ha metido en un pasillo en el que no había estado antes, lleno de cajas de las que sobresalen miles y miles de sobres como el que tiene en la mano. La sorpresa le da un empujón y la curiosidad le sube por la espalda como las cosquillas. Corre, esquiva lejas, espejos, falsas salidas y sigue corriendo hasta llegar a Sivé. Ella da vueltas a un dulce dentro de la boca, con movimientos exagerados. A su alrededor, un zoológico de papel de caramelo. Ahora está haciendo un elefante asiático.

- Tienes cartas.

- Sí.

Pero no se da cuenta de que, una vez más, V no entiende nada de nada. Él insiste:

- Sivé, tú no sabes leer.

- Por eso están todas cerradas.

Lacasitos

Vanilla compró lacasitos para tomarlos en Nochevieja. Sí, lacasitos, en vez de las típicas uvas. Es que a Sivé no le gustan, y por eso cuando le vio aparecer con las tachitas de colores se puso tan contenta.

Sivé los eligió rojos, del mismo color que las cerezas, porque decía que le recordaban a él. Vanilla escogió uno de cada, por la misma razón, aunque no se lo dijo a ella.

Y se comieron uno dos tres cuatro cinco seis siete ocho nueve diez once doce lacasitos, y bebieron zumo de mango. Y luego les dolió la tripa, no sé si por el mejunje o por la risa que les dio después.