"El principio de un concierto goza de más privilegios que el principio de un libro. Podría decirse que el mismo sonido goza de más privilegios que las palabras. En un libro aparecen las mismas palabras que usamos todos los días para explicar, describir, pedir, discutir, suplicar, entusiasmar, decir la verdad o mentir. Nuestros pensamientos se plasman en palabras; por tanto, las palabras en la página deben competir con las que tenemos en nuestro pensamiento. La música dispone de un mundo de asociaciones mucho más amplio precisamente en virtud de su naturaleza ambivalente; está dentro y fuera del mundo al mismo tiempo.
En el mundo de hoy, la música tiene una omnipresencia cacofónica en restaurantes, aeropuertos y lugares parecidos, pero es precisamente esta omnipresencia lo que representa el mayor obstáculo para la integración de la música en nuestra sociedad. Ninguna escuela eliminaría de sus programas el estudio de la lengua, las matemáticas o la historia y, sin embargo, el estudio de la música, que engloba tantos aspectos de estos campos e incluso puede contribuir a una mejor comprensión de ellos, a menudo es ignorado del todo".
En el mundo de hoy, la música tiene una omnipresencia cacofónica en restaurantes, aeropuertos y lugares parecidos, pero es precisamente esta omnipresencia lo que representa el mayor obstáculo para la integración de la música en nuestra sociedad. Ninguna escuela eliminaría de sus programas el estudio de la lengua, las matemáticas o la historia y, sin embargo, el estudio de la música, que engloba tantos aspectos de estos campos e incluso puede contribuir a una mejor comprensión de ellos, a menudo es ignorado del todo".
Daniel Barenboim, "El sonido es vida".
Y así de filosófico y real, de moral y musical, comienza mi verano. Con las palabras de un maestro. De EL MAESTRO. Porque Barenboim no es únicamente maestro en términos musicales. Si el mundo entero escuchara lo que tiene que decir habría, sin duda, más personas que gente. Lamentablemente no es así.
Entre mis manos, un ejemplar de El sonido es vida, dispuesto a ser leído, analizado y comprendido. Lleva desde noviembre esperando en mi estantería, mirándome con cara (o lomo) de pena. Pero entendió: hay que tomarlo con calma para adentrarse entre sus hojas y bucear en su interior. Por eso ha aguardado paciente hasta este momento. Y ahora, me sonríe, satisfecho de que le haya guardado mis mañanas veraniegas.
"La paz necesita muchas otras cosas, además de una orquesta. Una orquesta también, pero muchas otras cosas".
Un aplauso, unas alas, y un verano (o mejor una vida) por mi parte, para Barenboim.
Feliz y tardío comienzo del verano.
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