Le duele la cara de sonreír tanto. Hoy ha sido un día divertido porque hacía sol y el calorcito de un verano próximo ha animado a Sivé. Este invierno ha llovido mucho, tanto que casi no ha podido salir a recoger piedrecitas. Vanilla le dice que al menos ha habido muchas esferas de colores que recolectar, que así no se va a quedar sin cuentos para cuando se hace de noche y ninguno de los dos puede dormir. Pero Sivé, la niña Sivé... Ya la conoces, siempre tiene un argumento asomando para rebatir sus palabras. Esta vez le dice que los colores de las últimas historias no le gustan.
- Los colores de estas esferas últimas no me gustan. Son mustios, apagados. Cuentan verdades. No quiero verdades, quiero poder inventarme los finales. Las del verano siempre son más bonitas, más redondas, con colores brillantes.
V se pregunta a sí mismo cuál será la diferencia. Él no puede leer, pero piensa que, al fin y al cabo, agua son, las gotas de rocío que la ayuda a traer a casa. Las mismas serán, independientemente de la época del año. No se plantea ni por un momento que el marengo opaco de las luces del invierno sea para Sivé un espejo.
A veces las niñas caprichosas como ella necesitan purpurina de colores. Vanilla busca en los bolsillos para ver si le queda un poco embolsada en un paquetito transparente. Ella se ríe tapándose la boca para que no se de cuenta de que se lo ha quitado y ahora lo lleva en su vestido gris.